La película 'Finch' se presenta como excusa para pensar estos "nuevos acoplamientos" que modifican los escenarios educativos. En un contexto postapocalíptico donde un ingeniero crea un robot para cuidar de su perro tras su muerte, aparece una íntima relación entre un humano, una máquina y un animal habilitando preguntas sobre los límites entre lo orgánico y lo artificial y los efectos que produce. Desde una perspectiva posthumanista, la irrupción de la inteligencia artificial (IA) en nuestras aulas nos desafía a repensar el papel del docente y del estudiante, así como la naturaleza misma del conocimiento y la enseñanza.
Uno podría ensayar algunas palabras para “vaticinar” cómo afectará la IA, por ejemplo, en el oficio de enseñar, pero sin olvidar que antes de las consideraciones de apropiación o de la práctica misma, existen contextos y discusiones que se inscriben en dinámicas propias y generales, conflictivas y diversas, de formación y desarrollo de culturas tecnológicas escolares.
En clave posthumana podríamos poner en cuestión los modelos antropocéntricos de enseñar. El docente humano no es hoy (en realidad nunca lo fue, pero así lo estableció la modernidad) exclusivo responsable del proceso. No obstante los recientes cambios tecnológicos muestran que cualquier trabajo, también la tarea de enseñar, se encuentra mediado por procesos de informacionalización, plataformización y automatización (Zukerfeld, 2020). Cambian los modos de producción y circulación de información digital, el aula se transforma como espacio digital que organiza lo que allí sucede, y ciertas tareas humanas son delegadas a la IA, asistentes o robots educativos.
La IAG aparece con grandes posibilidades para pensar el oficio docente. En principio modifica los modos de creación de contenidos, aspecto central que asume el trabajo docente. De la exploración de recursos web basados en la programación tradicional ahora se observan las ventajas de recursos web que incorporan técnicas de IA. Pero también la posibilidad de contar con un agente cognitivo que acompaña otras funciones: diseño, cocreación, búsqueda, asistencia en tareas administrativas, personalización del aprendizaje, análisis para la mejora, evaluación y retroalimentación.
La IAG se muestra hoy como un nuevo agente cognitivo: algoritmos que funcionan para procesar el lenguaje como también para crear nuevos contenidos en formato audio, imágenes, simulaciones y video, indicando aquello que deseamos (Bordignon, 2024). Sin embargo ante estas posibilidades “mágicas” hay que analizar para descubrir si “el potencial de nuestros nuevos agentes cognitivos está sobrevendido”. Una práctica docente crítica busca develar o des-ocultar políticas vinculadas a lo que se llama Industria Educativa Global (Tooley, 1999; Verger, et al., 2016) y sus intereses por implantar determinados "modelos de enseñanza" y promotoras del "solucionismo tecnológico" (las llamadas EdTech). Maggio (2012) rescata de la investigación de Cuban (2001) ese devenir de la tecnología educativa en la enseñanza que muestra que altas expectativas y promesas de solución dan lugar a un limitado uso en las aulas y luego termina en desilusión. La curva de Gartner para conocer la madurez y adopción de las tecnologías mostraría una IAG en la etapa “Pico de expectativas sobredimensionadas”. Así para un docente será fundamental despegarse de lo que es una exageración (que se desarrolla y se impone como producto) y de lo que puede ser viable.
Por otro lado, frente a las ideas alarmistas o tecnofóbicas recordamos las limitaciones de las IAG que volverían irrisorios los argumentos que auguran “el fin de la profesión docente”: ellas presentan limitaciones para el aprendizaje de conceptos abstractos (Dehaene, 2018), la semántica es mínima o inexistente (Bordignon, 2024) y sólo aprenden regularidades estadísticas superficiales. El aprendizaje de las máquinas es lento, solitario, repetitivo, rígido y demanda muchos recursos energéticos. Los procesos de aprendizaje en el ser humano son diferentes.
Se requiere experimentar desde otros lugares, otras posiciones de ejercicio del rol docente, menos cómodos (Véliz, 2021) menos instrumentistas, frente a los recursos educativos para observar posibilidades y limitaciones. Una consigna docente para la creación de narrativas digitales puede beneficiarse de los aportes de una instrucción adecuadamente pensada para una IAG. La respuesta obtenida puede mostrar falta de “buena” creatividad en la IAG al no poder pensar fuera de lo común, carente de pensamiento divergente y creatividad asociada. Pero seguramente puede beneficiarse en la cocreación de una narrativa interesante que, como punto de partida, al menos pueda economizar tiempos de escritura y ser el inicio (y sólo eso) de un desarrollo más “humanamente relacional, rico y complejo”. Frente al pensamiento mágico o ingenuo, necesitamos comprender estas nuevas formas de agencias artificiales como dioses demiurgos con gran capacidad de actuar pero sin inteligencia (Floridi, 2023). En este camino el oficio requiere de capacidades investigativas, de experimentación para reconocer problemas, validar casos hasta que la IAG ingrese en un período de usos y aplicaciones consolidadas en la escuela.
La enseñanza tiene un fuerte componente ético. Encargada de las generaciones futuras busca conservar y transmitir la cultura acorde a los valores de la época. Este es un punto crucial, en tiempos en los que diferentes gobiernos debaten regulaciones para su uso, que luego se traducen a discusiones al interior de las instituciones y entre las y los estudiantes: ética de la investigación académica, calidad, cantidad y sesgos de datos, privacidad, seguridad, deepfakes, alucinaciones algorítmicas, son desafìos a enfrentar.
Podemos concluir que en este escenario histórico (como muchos otros que ya atravesó) el oficio docente enfrenta nuevos retos y oportunidades significativas que reconfigurarán su práctica y ajustarán sus fundamentos. La aparición de la IAG no solo requiere pensarse desde los criterios de uso, desde las prácticas de enseñar y aprender, sino también desde análisis críticos que abran posibilidades de diálogo al interior del oficio y comprender mejor su impacto como agentes cognitivos en el aprendizaje y en la profesión. La simpoiesis que se muestra en la película Finch refiere a esa producción conjunta de significados, habilidades y relaciones entre seres humanos y no-humanos. Tanto Finch como Jeff aportan algo nuevo y se transforman mutuamente en el transcurso de la historia.
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