Fuente: Von Martin Langer Tres docentes en la sala de profesores, algunas tazas de café todavía humean, el mate circula, las notebooks iluminan los rostros, las tareas escritas asoman de manera impecable, sospechosamente perfectas. A simple vista, los textos parecen correctos, bien redactados, incluso demasiado fluidos. Una colega rompe el silencio concentrado de la sala: “Esto lo escribió la inteligencia artificial, no me cabe duda”. Otro le responde, retrucando al comentario lanzado: “¿Y qué hacemos con eso? ¿Qué enseñamos, si la máquina responde mejor que ellos?”. El tercero, mira, solo mira su pantalla con desazón. Algo parece esfumarse de su oficio. La escena podría pasar por un comentario anecdótico, incluso repetirse más o menos en esos términos de conversación, pero revela una tensión profunda que Vilém Flusser, ya reconocía hace más de cincuenta años. Filósofo checo-brasileño, exiliado en São Paulo tras huir del nazismo, dedicó gran parte de su obra al estu...
Ejercicios de escritura entre filosofía, tecnología y educación